viernes, 27 de abril de 2012

Cultura castreña en Asturias

Un castro es un poblado fortificado, por lo general prerromano aunque existen ejemplos posteriores que perduraron hasta la Edad Media, existentes en Europa y propios de fines de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro. Antiguas investigaciones los asociaron a la de la cultura céltica, pero en la actualidad se ponen en duda dichos resultados. Se encuentran con frecuencia en la Península Ibérica, en particular en el noroeste con la cultura castreña y en la meseta con la cultura de las cogotas. La palabra castro proviene del latín castrum, que signfica "fortificación militar" (de ahí viene la palabra española castrense, "relativo a lo militar").
Esta imagen muestra la zona occidental de Asturias con sus castros. En el recuadro tenemos el territorio que ocuparía el Parque Histórico del Navia y los castros.

 La cultura castreña fue una cultura que se desarrolló, desde finales de la Edad del Bronce hasta principios de nuestra era, en el noroeste de la Península Ibérica, dentro de una zona que abarcaría el norte del actual Portugal desde las riberas septentrionales del río Duero, Galicia, las zonas occidentales del Principado de Asturias, provincia de León y la provincia de Zamora (también delimitada al sur por el río Duero). La problemática de los límites estriba en fenómenos de aculturación en el caso de los astures y por el problema de la definición de la provincia romana de la Gallaecia. Los límites más aceptados son el río Navia por el este y el Duero al sur (área que posteriormente formaría la provincia romana de Gallaecia) desde finales de la Edad del Bronce (siglo IX o VIII a. C.) hasta el siglo I con menciones que podrían identificar castros tardíos durante las razzias de los suevos dirigidos por Hermerico (409-441). Su característica más notable son los poblados fortificados conocidos como castros (de la forma latínizada castrum), de los que toma el nombre, no obstante se desconoce el término original en lengua indígena para definir a los castros.

Hay diferentes tipos de castros:
Castros de interior: Constituyen el tipo más frecuente y característico. Están situados en colinas o elevaciones prominentes, pero raras veces en cumbres altas. Tienen planta circular u ovalada y cuentan con una o varias murallas. Un ejemplo es el castro de Coaña (Principado de Asturias).
Castros de montaña: Situados en zonas montañosas altas, se localizan en las laderas y tienen forma oval, con fosos artificiales por el lado superior y murallas o terraplenes hacia el valle. Datan de época romana y están vinculados a explotaciones mineras. Dos ejemplos son los de Vilar en la Sierra de Caurel y Xegunde en Fonsagrada (Lugo).
Castros costeros: Son de planta variada, aunque suelen ser redondos u ovalados, adaptándose al terreno. Las defensas naturales del lado del mar se ven complementadas con murallas y fosos hacia el interior. Son muy abundantes y un ejemplo son los de Baroña en la sierra de Barbanza.

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